Hola! Soy Lucía, mujer
mayor, -bastante mayor según mi cédula – (y muchas mañanas, también según mi
espejo!); profesional con estudios de Magister,
pensionada tempranamente en Colombia por trabajar en institución con régimen
pensional especial. Tengo tres hijos
viviendo en España desde hace mucho tiempo, y dos nietos nacidos acá, por lo
que una o dos veces al año viajaba a
visitarlos, lo que me permitió un conocimiento aceptable tanto de la geografía
como de los modos de vida en este país.
Todo de maravilla hasta
aquí, pero como el mundo no es perfecto, paralelamente con la desvinculación
laboral, que viví como liberación, enfrenté la separación de mi esposo, con
quien compartí 32 años de mi vida . Buuuuu!!
Tras la inicial
sensación de tragedia tuve que secarme las lágrimas y decidir cómo
reconstruirme. Y venirme para acá fué la opción que más me ilusionaba, como
primer paso en esa tarea de inventarme una vida nueva. Aunque no tenía ni idea
a qué vendría, porque no he querido ser carga para mis hijos ni para sus
parejas, gestioné por mi cuenta el
permiso de Residencia, sin derecho a trabajar – bastante he trabajado ya en mi
vida -, y el hecho de contar con recursos suficientes para mantenerme por mí
misma me permitió obtenerla.
Así que me vine, a
vivir inicialmente con mi hija, ayudándola con el cuidado de mis dos nietos.
Ella, solidaria siempre, me organizaba programas diferentes (cursos, caminatas,
viajes, etc) para que estuviera en contacto con personas de diferentes ámbitos.
Y terminé conociendo a un español encantador, divorciado, afín con mis
intereses, respetuoso con mis debilidades, buen compañero. Empezamos a
compartir horas que fueron transformándose en días, meses……nos enamoramos,
pasando por encima de la resistencia que teníamos a ponerle nombre a los
sentimientos mutuos. Decidimos entonces
estar juntos el tiempo que podamos, que la vida nos permita. A pesar de
nuestros miedos, de nuestras indecisiones, sabemos que vale la pena caminar
tomados de la mano, el uno junto al otro.
Para mí, que había vivido agotada con mi triple jornada, (trabajo, casa,
hijos) porque mi ex-esposo consideraba que con pagar la mitad de los gastos del
hogar ya era más que suficiente, resulta una deliciosa experiencia eso de que
mi compañero me prepare el desayuno, se interese por cocinar especialmente para
mí aquellas comidas que no conozco, enriquezca con sus conocimientos la visita
de ciudades, monumentos, etc. Ver a España con sus ojos ha sido enriquecedor y
me ha llevado a comprender mejor a Colombia. Vivir sin la sombra del machismo
ancestral, sintiéndome aceptada y amada por lo que soy, independientemente de
mi edad y de lo que ella significa, ha sido una de las mejores experiencias de
mi vida. Si me hubiera quedado en Colombia, esto no habría sido posible, porque
allí las abuelas solo tenemos papeles secundarios en el cuidado de la familia y
ni soñar con ser protagonistas de historias de amor. Yo tengo la mía, por el tiempo que dure. Y
como me he preocupado por colaborar con organizaciones de inmigrantes en la
ciudad donde ahora resido, tengo múltiples actividades que me permiten aplicar
mi experiencia profesional apoyando a otras personas. Cuando viajo a mi país lo
disfruto enormemente, pero al regresar a este, mi nuevo hogar, me siento en casa.
Aquí soy feliz.
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